Articulo de: Jesica Salvatierra (APM)
(Ver al final Diccionario del Lunfardo)
jsalvatierra@prensamercosur.com.ar
Su espíritu arrabalero recorre las calles de Buenos Aires a través de las voces. El habla cotidiana lo trasformó en el medio de expresión de las clases populares que lo mantienen vigente.
Y dijo aquel lunfa: ”Me pregunta, amigo, que es pa mí el lunfardo. ¿Lenguaje?.. ¿Chamuyo?... Es una caricia con perfume a yuyo / y es un sentimiento que nació conmigo”. (Roberto Juan Beraldi).
jsalvatierra@prensamercosur.com.ar
Su espíritu arrabalero recorre las calles de Buenos Aires a través de las voces. El habla cotidiana lo trasformó en el medio de expresión de las clases populares que lo mantienen vigente.
Y dijo aquel lunfa: ”Me pregunta, amigo, que es pa mí el lunfardo. ¿Lenguaje?.. ¿Chamuyo?... Es una caricia con perfume a yuyo / y es un sentimiento que nació conmigo”. (Roberto Juan Beraldi).
En Plaza Miserere, pleno corazón de Buenos Aires, un muchacho joven escucha en su reproductor de mp3 una banda de rock, mientras se fuma un pucho.Una mujer espera impaciente el bondi. Un pebete juguetea intranquilo al lado de su madre y un señor trajeado se dirige en busca de algún yiro para desaparecer en un oscuro bulín.
Mientras tanto un cana persigue a un chorro que se robó alguna cartera. Al costado de la plaza un linyera camina escabio hablando solo al aire y maldiciendo a la vida. Los predicadores de Dios, por su parte, afinan su garganta para vociferar su recalcitrante chamuyo en el que pronuncian la palabra de Jesucristo, pero lo más importante, es que no se cansan de mandar a toda la gente al infierno. ¡Cosa de mandinga, esta!
Las entradas y salidas de los subtes convierten, a la gente que va y viene de laburar, en topos que confluyen para dar cita al gran ritual de adentrarse a las profundidades de la tierra, donde el aire es más denso. Una anciana, allí, pide algún cobre al pasar.
Hacia el lado Oeste, un obrero sentado en el cordón de un cantero se dispone a morfar su módica comida, mientras que juna a una mina con unas diminutas minifaldas. En el Norte, un chabon busca con la mirada impaciente a algún transa para comprar un raviol y un vendedor ambulante cuenta la guita entre sus dedos.
La urbe irrumpe en el escenario de repente y las voces del pueblo inician su mejor composición, el lunfardo. Este vocabulario forma parte de la recuperación de la calle, de la vivencia cotidiana y de la reivindicación de las clases populares. Conforma una magistral canción que cruza las estructuras muertas e inmóviles de la lengua, otorgándole un ritmo y colorido particular.
El lunfardo y las jergas en uso, no son idiomas ni dialectos, sino solamente léxicos de voces y locuciones que, aunque disponen de sustantivos, verbos y adjetivos, carecen de artículos, preposiciones, pronombres, adverbios y conjunciones, por lo que se ven obligados a utilizar los de la lengua española. Por eso, al ser solamente un vocabulario (un conjunto de palabras) alrededor de 5 mil, quizá, es imposible hablar en lunfardo pero sí es posible, en cambio, hablar con lunfardo.
Gracias a algunas palabras aportadas por los inmigrantes y otras que circulaban en la ciudad proveniente del gauchesco se formó esta jerga, que se ubicó en los lugares de interacción como los prostíbulos y los patios de los conventillos. Allí, algunas de las palabras extranjeras de diferentes orígenes, fueron escuchadas por los bravucones o compadritos, y comenzaron a ser utilizadas por ellos.
Don lunfardo le dio vida a todo tipo de personajes oscuros y pintorescos al malevo o peleador, al compadrito o bravucón, al cafishio o proxeneta, a los yiros o prostitutas, al rufino o rufián, al gavilán o seductor, al linyera o vagabundo, al vigilante o policía, al chorro o ladrón, que compartían la calle de los arrabales de Buenos Aires a principios del siglo XX.
Esta jerga nació de las entrañas de los suburbios, pero fue extendiéndose por todas las clases sociales a partir de la difusión que le dieron las letras de tango, el teatro, fundamentalmente, los sainetes, cierto periodismo popular, y parte de la literatura que a través del folletín divulgó el vocabulario y lo popularizó.
El maestro del suburbio lleva en sus entrañas un ritmo, un compás, un tono, una locución y un ritual que lo hace capaz de representar diversas situaciones a través de las más ocurrentes metáforas fuera de las convenciones establecidas. Por eso se introdujo en la vida cotidiana de todos los habitantes sin distinción social.
Los duelos a cuchillo de los peleadores o malevos en el 1900 son representados por las letras de tango que llegan a ser descripciones históricas en lunfardo. Estas composiciones relatan sobre el desafió de los guapos pendencieros que juegan su mejor carta ante el rival, donde el padrino es la muerte y la gloria el triunfo. Macho es el que pelea y cobarde el que huye.
Los reñidores conocen la destreza de desnudar la navaja y embestir a su contrincante con un puñal mortal. El vencedor evitará ser abatido hasta la siguiente reyerta, pero la muerte siempre lo esperará empuñada filosamente por algún otro malevo. La suerte está echada perpetuamente con un trágico final.
En los cabarets, las prostitutas trabajan con sus clientes al compás de los tangos y el alcohol. Allí concurren los malevos, los compadritos, los extranjeros, los gavilanes en busca de alguna mariposa nocturna que los haga volar. La madama o regente del prostíbulo recibe a los anfitriones con una sonrisa y un trago de alcohol para endulzar sus labios.
Entre el murmullo, las risas, el baile, el frenesí de los huéspedes exacerbados por el alcohol y la música, los proxenetas simulan divertirse y tomar, mientras observan atentos a las prostitutas con sus clientes embriagados. El elixir de la vida es servido allí en bandeja de plata. La noche termina y los hombres vuelven a su casa.
Estas letras de tango describen en todo su esplendor al siglo pasado. Una música nacida también en los arrabales que pasó al teatro, a los cabarets, a los salones y terminó por urbanizase, para quienes antes la rechazaban comenzaran a cantarla y bailarla.
En sus inicios, esta forma de expresión fue considerada como una música prohibida por su contenido sexual y erótico, pero ello no impidió que trasladase su habla lunfarda desde los suburbios al centro de Buenos Aires, como en los cafés de la calle Corrientes y Peñas de la Avenida de Mayo.
A comienzos de la década del 40 el tango sufrió un duro golpe cuando la presión de grupos puristas se hizo sentir y fue prohibido el lunfardo en la radio. Muchos autores debieron cambiar las letras de tango que contuvieran palabras lunfardas o resignarse a que no se difundieran.
A pesar de ello, el lunfardo ya estaba instalado en la sociedad producto del uso diario de la gente y con la llegada de Juan Domingo Perón al gobierno la censura fue levantada. Cuenta la historia que por ese entonces el tango “Cafetin de Buenos Aires” de Enrique Santos Discépolo, un hombre afín al peronismo, fue censurado por la Secretaria de Prensa y Difusión, como consecuencia de la proscripción del lunfardo.
A raíz de ello, las principales autoridades de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC) pidieron una entrevista con Perón. En dicha entrevista el presidente saluda al escritor Alberto Vacarezz y le dice: “Don Alberto, me enteré que días pasados lo afanaron en el bondi”. Que el Presidente de la Nación utilizará el lunfardo, fue la demostración de que la prohibición era levantada.
A pesar de todas esas complicaciones, el lunfardo tiene continuidad actualmente. No sólo en el lenguaje coloquial o en las viejas letras de tango, sino que palabras como buzarda, rajá, tufo son utilizadas en las canciones de rock, mientras que pibe, cana, fierro, botón son empleadas en canciones de cumbia villera, volviendo al lenguaje marginal de sus orígenes.
Esta jerga sigue vigente en la música y en la lengua informal. La gente es la que impone y legitima el empleo del lunfardo cotidianamente en la comunicación, en el habla. Año tras año surgen nuevas expresiones populares. Algunas son pasajeras; en cambio, otras alcanzan la inmortalidad, como laburo, mina y morfi. El lunfardo es producto de la originalidad que el pueblo fue creando, instrumentada por los maestros del arrabal.
Mientras tanto, Don Lunfardo deambula por las calles de Buenos Aires, se adentra en lo profundo de la noche, cuando los ecos de las voces se van apagando al caer el sol. Deja en el aire un suspiro de suburbio. Una corazonada le dice que mañana volverá a resurgir con el murmullo de la gente, como cada día desde hace más de 120 años.
*DICCIONARIO DEL LUNFARDO
Bondi: Colectivo, ómnibus.
Botón: Policía, alcahuete.
Bulín: Cuarto de soltero.
Buzarda: Panza.
Cana: Policía.
Cobre: Monedas, plata.
Compadrito: Fanfarrón, bravucón, guapo, valentón, presumido.
Chabon: Hombre.
Chamuyo: Hablar, convencer de algo.
Chorro: Ladrón.
Escabio: Alcoholizado, borracho.
Fierro: Pistola, arma.
Guita: Plata, dinero.
Juna-r: Observar.
Laburar: Trabajar.
Linyera: Persona que vive en la calle.
Lunfa: Diminutivo de lunfardo.
Lunfardo: Ladrón, maleante.
Malevo: Peleador.
Mandinga: Diablo, demonio, Satanás.
Mina: Mujer.
Morfar: Comer.
Pebete: Chico, niño.
Pibe: Joven.
Pucho: Cigarrillo.
Rajá: Huir, escapar, correr.
Raviol: Sobre con cocaína
Transa: Vendedor de droga.
Tufo: Calor.
Yiro: Prostituta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario